Alrededor del 14 % de los alimentos del mundo se pierden entre la fase de la cosecha y hasta la fase de venta al por menor, pero sin incluir esta última. Además, se calcula que un 17 % se desperdicia en esa misma fase y a nivel del consumo.
Los alimentos se pierden cuando se echan a perder o se estropean antes de llegar al ser parte de un producto final o a la etapa de venta al por menor. Por ejemplo, los productos lácteos, la carne y el pescado pueden deteriorarse durante el tránsito debido a la falta de refrigeración adecuada y de las instalaciones de almacenamiento.
Los alimentos se desperdician cuando los consumidores los desechan o se desechan en el comercio minorista debido a su incapacidad para cumplir con los estrictos estándares de calidad, o muy a menudo debido a una mala interpretación de la marca de fecha en el producto.
Medir el desperdicio de alimentos es un tema complejo. Sin embargo, sabemos que los alimentos que nunca se comen representan un desperdicio de recursos como mano de obra, tierra, agua, suelo y semillas, y aumentan en vano las emisiones de gases de efecto invernadero.
El 19 de diciembre de 2019, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Esta fecha implica la oportunidad para repensar la forma en que producimos, manipulamos y desperdiciamos nuestros alimentos.
La innovación es un factor crítico para reducir el desperdicio de alimentos. De manera simultánea, la reducción de la pérdida de alimentos ofrece una clara oportunidad para mejorar la seguridad alimentaria sin ejercer presión adicional sobre el medio ambiente.
La tecnología e infraestructura son importantes para prolongar la vida útil y la salubridad de los alimentos, llevar los alimentos a los mercados y, en última instancia, a los consumidores de manera eficiente. Dirigir los recursos necesarios para la construcción de resiliencia en nuestros sistemas alimentarios tienen el potencial de generar un impacto en la seguridad alimentaria sin poner presión adicional sobre el medio ambiente.
La pérdida y el desperdicio de alimentos son un desafío fundamental en todo el mundo, sin embargo, resulta especialmente grave en regiones en donde el hambre y la inseguridad alimentaria son fenómenos prevalentes en la sociedad. Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos puede también contribuir a la disminución de la pobreza y el hambre en nuestras comunidades.
A partir del modelo de bancos de alimentos, productores, organizaciones e instituciones de primera línea pueden llegar a las comunidades en vulnerabilidad e inseguridad alimentaria. Tomando en cuenta las cifras alarmantes del hambre en México y el mundo, Alimento Para Todos hace un llamado a entidades públicas y privadas de todo el sistema alimentario, así como a los consumidores, para trabajar juntos en la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos y de esta forma mejorar el uso eficiente de los recursos naturales, mitigar el cambio climático y fomentar la seguridad alimentaria y la nutrición.