Alimento Para Todos se originó como un proyecto cuya estructura operativa cuestiona las características excluyentes de nuestro sistema económico, alimentario y social. Este esfuerzo se ha basado y modelado en las experiencias vividas por quienes experimentan el hambre y la marginación. Abogamos por un cambio en nuestros sistemas alimentarios que elimine la necesidad de bancos de alimentos, por lo que, mientras continuamos sosteniendo la distribución de alimentos como parte central de nuestro trabajo, somos ante todo una organización de lucha contra el hambre.
Durante años, diversos autores han señalado los peligros de un sistema alimentario centrado exclusivamente en las utilidades. Tratar a los alimentos como mercancía en lugar de una necesidad es aceptar que siempre habrá personas que no puedan pagarlos y que pasarán hambre.
En México, el 46.2% de la población (55.3 millones de personas) vive en condiciones de pobreza y experimenta alguna forma de inseguridad alimenticia. Frente a la disrupción de las actividades humanas y las condiciones de vida provocada por la pandemia por COVID-19 muchos grupos subrepresentados y minorías ven agravado el problema de acceso a derechos y discriminación debido a políticas públicas frágiles o excluyentes y a medidas de restricción social.
Durante el último año hemos visto un gran número de personas y organizaciones colaborar y esforzarse por mitigar los efectos de la crisis económica y sanitaria que experimentamos, sin embargo, también hemos sido testigos de la escasez y la violencia que se gesta en medio de entornos volátiles y falta de oportunidades.
En México las organizaciones civiles se han movilizado para apoyar mediante la entrega de despensas o comedores comunitarios para aquellas personas que se han quedado sin fuente de ingresos, adultos mayores, personas con comorbilidades o inmunosuprimidas. En este sentido, vale la pena reconocer que muchas de las condiciones de vulnerabilidad de grupos subrepresentados obedecen a un cúmulo de violencia y discrminación histórica que aún permea nuestras relaciones y conductas cotidianas.
En Alimento Para Todos creemos que para abordar el hambre es necesario afrontar también las causas; como la desigualdad, la marginación y la violencia. Estamos convencidos de que la lucha contra el hambre es un esfuerzo interseccional y es por eso que reiteramos nuestro compromiso con una sociedad sin discriminación en la que los derechos sean para todos, incluyendo el derecho a la alimentación.
La relación entre discriminación laboral, ingresos insuficientes para acceder a fuentes confiables de alimentos nutritivos y el desarrollo de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación es tan sólo un ejemplo de la forma en que la marginación y los prejuicios de unos inciden directamente en la calidad de vida de otras personas. Siendo conscientes de la responsabilidad que implica la inclusión e imparcialidad, Alimento Para Todos ha implementado una política de cero tolerancia a la discriminación, tanto en las prácticas institucionales como en las relaciones con nuestros beneficiarios. Somos conscientes de las características excluyentes de nuestro sistema económico y alimentario, así como de los antecedentes de violencia y discriminación en nuestra sociedad, es así que trabajamos todos los días por desafiar el estado del hambre y la desigualdad, aspirando a un futuro con alimentos para todos.