Durante los próximos meses y años, se reflexionará una y otra vez sobre las lecciones que debemos aprender de la pandemia de coronavirus, su impacto en la economía global, la forma tan rápida en que se propagó y el impacto que está teniendo en nuestras vidas. Un aspecto a considerar seguramente será cómo desarrollar una mayor resiliencia en nuestros sistemas alimentarios, para que tengan la capacidad de soportar mejor una crisis en el futuro.
La comida es una necesidad básica y la falta de alimentos o la dificultad para obtenerlos pone en riesgo el bienestar y la vida de cualquier persona. Durante el último cuarto de siglo hemos dado grandes pasos en la construcción de sistemas alimentarios con el fin de garantizar el derecho a la alimentación. Una de las metas de desarrollo sustentable para 2030 se trata de erradicar el hambre por completo, sin embargo, el escenario se observa cada vez más desafiante.
En los últimos meses, a todos nos ha afectado algo fuera de nuestro control. A medida que la pandemia de coronavirus se ha extendido, todos hemos sentido su impacto de muchas maneras diferentes. Cada vez somos más los que nos enfrentamos a la inseguridad financiera, a la pérdida de control, a la incertidumbre sobre cómo será nuestro futuro. Pero aunque todos estamos siendo azotados por la misma tormenta, no estamos todos en el mismo barco. Para algunos, esta falta de control es nueva e inquietante. Para algunos, este será un suceso único del que se recuperarán, pero para las personas que viven en la pobreza, este sentimiento no es nuevo, es demasiado familiar: sentirse atrapado, enfrentarse a opciones limitadas y ser decepcionado por sistemas diseñados para brindar soporte es la norma para millones de personas todos los días.La pobreza no es algo inevitable. Que las personas sean empujadas a los bancos de alimentos y otras organizaciones no es algo inevitable, y no es inevitable que una pandemia deje a millones de personas dependiendo de bancos de alimentos. Hemos sido testigos de una variedad de respuestas institucionales y gubernamentales alrededor del mundo, hemos visto los cambios que se pueden llevar a cabo para protegernos. Hemos observado todo lo bueno que puede suceder cuando actuamos con justicia y compasión.
Ahora es el momento de construir sobre esos cimientos. En Alimento Para Todos creemos que es posible solucionar los problemas estructurales que mantienen a las personas en la pobreza, como la inseguridad laboral, los salarios bajos o los problemas de acceso a los programas sociales. Los bancos de alimentos y sus aliados y voluntarios hacen un trabajo increíble día tras día, pero ese trabajo no debería ser necesario.Superar el hambre y la malnutrición en todas sus formas (incluida la desnutrición, las deficiencias de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad) de trata de algo más que asegurar suficientes alimentos para sobrevivir: lo que la gente come, y especialmente lo que comen los niños, también debe ser nutritivo. El acceso a los alimentos no debería estar ligado a condiciones fuera del alcance de nadie en ningún momento. Es más importante que nunca encontrar maneras de materializar este derecho para todas las personas, sin importar en dónde viven o a qué se dedican.Reducir los costos de los alimentos nutritivos y garantizar la asequibilidad de dietas saludables para todos requiere transformaciones significativas de los sistemas alimentarios existentes en todo el mundo. Es posible que sea necesario reducir las barreras comerciales internacionales y los aranceles crecientes, mientras que las políticas agrícolas deberán orientarse hacia una “inversión más sensible a la nutrición”, como el apoyo a los cultivos de frutas y hortalizas.
A nivel local, nos esforzamos por reducir las brechas de acceso a los alimentos. Insertándonos en la cadena comercial de cientos de empresas y organismos productores de alimentos evitamos el desperdicio de comida cuya redistribución en hogares con dificultades para satisfacer estas necesidades puede prevenir catástrofes en la vida de miles de personas. Sin embargo, todo este esfuerzo sigue siendo insuficiente para resanar la magnitud de la negligencia histórica hacia quienes menos tienen que ha terminado por perpetuar condiciones de pobreza crónica y generacional.
Estamos convencidos de que juntos nos recuperaremos de esta pandemia, sin embargo, volver a donde estábamos antes sería un deseo cruel o ignorante en el mejor de los casos. Abogamos por la colaboración para, en su lugar, crear una sociedad aún más fuerte y justa. Sabemos que este cambio es posible, pero se necesita de voluntad y una reevaluación de nuestras prioridades: un reconocimiento de que el individualismo ha sido una estrategia fallida que nos ha dejado al borde del precipicio. Si lo que nos interesa es la supervivencia más allá del día de hoy o la posibilidad de construir un mañana, será necesario reivindicar el colectivismo y reconocer que sin solidaridad un futuro es imposible.